miércoles, 11 de enero de 2012

Año nuevo, aula nueva.

Servidora es una alumna que vive alejada de este templo del saber (saber... qué uso de la fría ironía que tengo). Por ello, huyendo de posibles atascos, acostumbro a llegar temprano, si no la primera la segunda.

El primer día no tuvo ninguna consecuencia más que un paseillo inútil a la primera planta donde se suponía que ibamos a ser instalados: un lugar más bello, luminoso, cerca de la fuente de oro marrón negruzco...

Pero nuestros enemigos naturales como estudiantes no lo hicieron tan sencillo.

Y no, no  corráis a pensar que los profesores son nuestro peor enemigo. Porque al final, los que tienen en sus manos el destino de nuestro río de saber, de nuestro calor y nuestra luz, son ELLOS.

Sí, ellos, los conserjes. Esas criaturas que están en todo centro, pero nadie sabe bien por qué les han asignado dicho papel. Está por descubrir el primer espécimen que sea eficiente. Pensad en Filch, por ejemplo. Nunca fue realmente útil, y no por squib precisamente. La loca de los gatos Figg era muy útil. Su inutilidad, amigos, residia en el hecho de que fuera conserjes. Yao Wang tiene la amabilidad de recordarme que Filch encierra a los Slytherin, pero no de motu propio, estamos todos de acuerdo, ¿cierto? Pues lo mismo, no verás un conserje tomando la iniciativa. Nunca.

Nuestra verdad de hoy es que nos miraron con cara de "no estáis en vuestros cabales", a.k.a. estáis como cabras y sois unos raritos. Nuestra empresa les debe resultar cuanto menos, digna d econtar como anécdota en cenas navideñas.

Y con esta cara, fuimos guiados a nuestra nueva aula, que NO, no es la esperada, sino la de arriba. Lo cual estaría bien, de no ser porque las sillas son igual de incómodas o más, según me comentan mis vértebras.

Aún así, estabamos felices, era un cambio positivo, habíamos ganado enchufes.

Qué poco sospechábamos lo que nos aguardaba al día siguiente.

Corrijo. Qué poco sospeché lo que ME aguardaba al día siguiente.

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